Cuento de Navidad

En un pueblo cualquiera, las luces de Navidad brillaban como estrellas que caen del cielo . La nieve suave y silenciosa cubría las calles, y las melodías de los villancicos resonaban en el aire, prometiendo paz y amor en cada esquina.

María, colaboradora de Cáritas, regresó a su casa tras distribuir alimentos y abrigo a personas menos afortunadas. Era viuda y no tenía hijos, pero se sentía feliz de poder ayudar a los demás. Como todos los días salió a tirar la basura. Al llegar a al contenedor de basura orgánica,  un llanto, casi ahogado por el ruido de la ciudad, emergió del interior de este. Se asomó y vio una bolsa de compras que se agitaba. Al abrirla, entre cáscaras y desechos, sus manos descubrieron a bebé recién nacido envuelto en papel de periódico. Su delicada piel rosada, manchada de sangre y con el cordón umbilical aún adherido al cuerpo, contrastaba con la oscuridad de la noche.

Aquella noche, el destino decidió componer una nueva canción, una melodía de esperanza en la partitura de la vida.

Con lágrimas en los ojos, la acunó entre sus brazos convirtiéndose en el pesebre contemporáneo que acogía a aquella criatura inocente.

Aunque tenía 60 años, reaccionó con los reflejos de una madre joven y una conciencia intacta. Recogió a la niña, que seguía llorando y la abrazó. Avisó a sus vecinos, quienes, actuando como improvisados pastorcillos, le acompañaron con premura al centro de salud. Los análisis confirmaron la presencia de droga circulando por las venas de la pequeña, en consonancia con la investigación policial, que, estableciendo la hipótesis inicial de un abandono posparto de madre toxicómana, dio lugar a la detención de los padres horas después, una joven pareja enganchados a todo tipo de drogas, especialmente a la heroína, concluyendo que fue el padre quien tiró a su hija a la basura. Al contenedor orgánico, eso sí.

Tras declarar ante la Guardia Civil, María manifestó su voluntad a adoptarla, por lo que la pusieron en contacto con la Teniente de Alcalde y Delegada de Bienestar Social, ya que la normativa establece que permanezca bajo tutela del de la Junta de Protección de Menores del menor hasta que se buscan a familiares directas. Y si no los encuentran, o no se les considera aptos para la adopción, la niña sería entregada a una familia de emergencia, y luego incluida en un registro de adopciones para seleccionar candidatos adecuados. Sin dudarlo, la delegada permitió que la pequeña permaneciera bajo la custodia de María, hasta que se tomara una decisión final sobre la adopción y le prometió, todo lo que estuviera a su alcance en que fuera ella la seleccionada. También, por sugerencia de María, la registraron en el hospital con el nombre de Nieves, porque fue encontrada un día de frío y porque bajo esa advocación se rezaba a la patrona de aquel pueblo.

Coincidiendo con la Navidad del año siguiente, María recibió la noticia de que se había aprobado la adopción de Nieves. La alegría fue inmensa, y la celebración, aún más. El pueblo entero se volcó con ellas, preparándoles una fiesta sorpresa en la plaza mayor, donde habían montado un belén viviente amenizado con los cánticos de un coro de niños. María y Nieves llegaron al lugar tomadas de la mano, y quedaron sin palabras mientras veían el espectáculo. Todos les aplaudieron, les abrazaron y les felicitaron por su nueva familia.

Entre la multitud, la Teniente de Alcalde se acercó y les entregó un sobre que contenía el certificado de adopción y una carta muy especial. Era de los padres biológicos de Nieves, que habían escrito desde la cárcel donde se habían rehabilitado y arrepentido de su pasado. En la carta pidieron perdón por el daño que habían causado y les agradecieron por salvar a su hija y cuidarla. También le dijeron que respetaban su decisión de adoptarla, y que solo querían que fuera feliz. Y por último, les pedían que, si Nieves quería conocerlos algún día, les dieran la oportunidad de abrazarla y decirle que la amaban.

María leyó la carta con emoción, y se la pasó a Nieves, que la miró con curiosidad. La niña, que ya había aprendido a hablar, le preguntó quiénes eran esas personas que habían escrito esas palabras tan bonitas. María le explicó, con delicadeza, que eran sus padres de sangre, que la habían traído al mundo, pero que no habían podido cuidarla, y que por eso ella la había adoptado, porque la quería como a una hija. Nieves la escuchó con atención, y luego le dijo, con una sonrisa, que ella también la quería mucho, y que estaba muy contenta de tenerla como su mamá.

María guardó la carta, diciéndole a su hija,  que, cuando fuera mayor, si quería conocerlos, la llevaría a verlos. Después se abrazaron con fuerza, sintiéndose felices y bendecidas por aquel designio del destino que unió sus vidas… O acaso Dios lo hizo a propósito para recordarnos que, aunque la Navidad, a veces parece olvidar su verdadero significado, el amor es el milagro más grande que existe.

A veces, no muchas, en el eterno combate entre el bien el mal , gana el primero.

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