Pedro llevaba despierto desde altas horas de la madrugada. Sus ojos, como dos faros en la noche, escudriñaban la oscuridad en busca del más mínimo indicio: un leve crujido, un susurro furtivo, la sombra fugaz de que Sus Majestades ya habían llegado a su casa. Dolores, su madre, antes de rendirse al sueño, se asomó …

