La ciudad se había secado, y nadie fue capaz de imaginar lo que vendría después.El polvo lo devoraba todo: calles, recuerdos, voces. No fue un estallido, sino un apagón lento, casi educado, que borró primero los colores, luego las certezas y, por último, la soberbia humana. Mateo, el anciano, lo llamaba El Colapso: la derrota …

