LA VIDA ES UN VIAJE
Con la mirada perdida entre la multitud, se sentía como un vagón abandonado en vía muerta. En ese instante, un susurro acarició su oído: «Muere lentamente quien no viaja».
Impulsada por una fuerza imperceptible, atravesó el andén, esquivando pasajeros absortos en sus teléfonos, hasta que chocó con un músico callejero que interpretaba una melodía melancólica. «Muere lentamente quien no sueña», «Muere lentamente quien no se arriesga».
Sin dudarlo, abordó el siguiente tren de cercanías sin rumbo conocido. En ese instante, entendió que la vida era un viaje, y ella no se quedaría atrás.
LO ÚNICO QUE QUERÍA ERA…
Lo único que quería era escapar de la monotonía de la vida cotidiana. Cada día era un calco del anterior: despertar, trabajar, comer y dormir. La rutina me asfixiaba, me consumía como una llama a la madera. Anhelaba una aventura, un giro inesperado que me sacara de mi zona de confort.
Un día, mientras caminaba distraído por un parque, oí a dos ancianos hablar con apasionamiento de los cultivos de sus huertos.
Aquello me hizo pensar sobre la importancia de la pasión, da igual lo que hagas, pero hay que hacerlo como la cosa más importante de tu vida.
Me senté en un banco y apunté en mi vieja libreta mis diez aficiones favoritas. Al final opté por una de ellas: escribir, un viejo sueño que tenía desde niño y que nunca había comenzado.
A partir de ese momento desterré la monotonía de mi vida.