La Santa Campaña

Escribir un cuento donde se muestre un momento decisivo en la vida de un personaje (o varios personajes). Debe ser solo un momento. Este momento debe ser tan sutil como subir un escalón, visitar a alguien, aceptar un trabajo, abrir una puerta, etc. Pero que, al hacerlo, cambie la vida del personaje de alguna manera.

TÍTULO: LA SANTA CAMPAÑA

La noche se extendía gélida y oscura, surcada por el viento y la lluvia.  Pedro y Manuel, dos amigos unidos por su pasión compartida por la fotografía, se aventuraban en el Camino de Santiago con un objetivo ambicioso: capturar la misteriosa Santa Campaña. La leyenda narraba la aparición de una procesión fantasmal que recorría el Camino durante la noche, iluminando la oscuridad con antorchas y cánticos.

Manuel, más pragmático y escéptico, cuestionaba la existencia de la Santa Campaña. El frío, la lluvia y la falta de sueño agudizaban su desánimo. Por otro lado, Pedro mantenía una actitud optimista y aventurera. Creía que la búsqueda de lo desconocido era una experiencia en sí misma, más allá del resultado final.

—¡Vamos, Manuel, no seas tan negativo! Esta es una oportunidad única para capturar un fenómeno tan misterioso como la Santa Campaña. ¿No te emociona la idea de fotografiar ese enigma en medio de la noche?

—¿Emocionarme? Lo que me da es frío, hambre y sueño. ¿Por qué teníamos que hacer esto en enero, el mes más lluvioso del año? ¿No podíamos esperar a la primavera o al verano, cuando hay más horas de luz y menos probabilidades de que nos caiga un chaparrón?

—Pero es que en enero hay menos gente haciendo el camino, y eso nos da más intimidad y tranquilidad para fotografiar. Además, la lluvia puede darles un toque especial a las imágenes, ¿no crees?

—¿Un toque especial? ¿Qué toque especial va a tener una foto borrosa y oscura, donde no se distingue nada? Si es que conseguimos ver algo, claro, porque con esta niebla que hay no veo ni a dos metros. Y no te olvides del frío, que nos va a congelar las manos y las cámaras.

—Ay, Manuel, siempre buscando el lado malo de las cosas. Mira, yo prefiero pensar que estamos viviendo una aventura, que estamos haciendo algo diferente y original, que estamos persiguiendo un sueño. ¿No te parece más bonito así?

—Lo que me parece, es que estás loco. Y que me hayas arrastrado a tu locura. Pero bueno, ya que estamos aquí, espero que al menos consigamos alguna foto decente.

—Eso es, Manuel, así me gusta, que tengas un poco de fe. Ya verás cómo al final te alegras de haber venido. Piensa en lo que viviremos, y las experiencias que nos tocará compartir. Piensa en lo que nos espera, en la emoción de llegar a Santiago, en la satisfacción de haber cumplido nuestro reto. Ten fe en que nos sorprenda la Santa Campaña, que nos regale la oportunidad de verla y de fotografiarla. Piensa en lo bonito que sería eso.

—Vamos, pero no corras, que no quiero tropezar con una piedra y romperme la crisma. Y no te alejes mucho, que no quiero perderte de vista. Y no hagas ruido, que no quiero espantar a la Santa Campaña.

—Lo único que pienso es en lo tonto que he sido por seguirte, Pedro. Y lo único que quiero es acabar con esto, volver a casa, darme una ducha caliente, meterme en la cama y olvidarme de todo. Y sobre todo, olvidarme de la Santa Campaña, que no existe, Pedro, que no existe. Es una leyenda, una superstición, una ilusión. No hay nada ahí fuera, solo lluvia y viento. Y frío, mucho frío.

Después de ocho noches de caminar bajo la lluvia, ambos estaban exhaustos y desanimados. No habían conseguido ninguna foto decente de la Santa Campaña, ni siquiera habían visto nada que se le pareciera. Solo habían visto charcos, barro, nubes y más nubes. Manuel estaba convencido de que todo era una pérdida de tiempo, y Pedro empezaba a dudar de su idea.

Como en los días anteriores, a las 12 de la noche en punto, iniciaron la última etapa entre Pedrouzo y Santiago de Compostela. La noche era fría y oscura, y una borrasca de agua y viento les azotaba sin piedad. Manuel no paraba de quejarse y maldecir, mientras Pedro intentaba consolarlo y animarlo, aunque sin mucho éxito. Así continuaron caminando, discutiendo y desesperando, hasta que llegaron a una pequeña ermita a mitad de camino. Eran las cuatro de la mañana, y estaban agotados. Decidieron hacer una pausa y descansar un poco en la puerta de la ermita, que estaba cerrada. Se sentaron en el suelo, apoyaron sus mochilas y cámaras en la pared, y se abrazaron para darse calor.

De repente, la lluvia y el viento cesaron. El silencio se apoderó del ambiente, y el cielo se despejó. Una luna llena y brillante iluminó el paisaje, y las estrellas aparecieron en el firmamento.  Pedro y Manuel se quedaron boquiabiertos, sin creer lo que veían. Era la primera vez en todo el viaje que veían el cielo despejado.

 Pedro señaló con el dedo hacia un pinar que había enfrente de la ermita. Allí, entre los árboles, se veían unas luces que parecían moverse como si estuvieran en una procesión. Eran luces verdes, azules, rojas y violetas, que cambiaban de intensidad. Parecían tener vida propia y comunicarse entre sí.

Lleno de emoción, cogió su cámara y se levantó de un salto. Se dirigió hacia el pinar, sin perder de vista las luces. Manuel lo siguió con la mirada, sin entender nada. No sabía si lo que veía era real o una alucinación. Dudó si su amigo estaba loco o era un genio, y si debía seguirlo o quedarse atrás. Pero tras unos segundos indeciso, agarró su cámara y se levantó. Corrió tras su amigo, disparando sin parar.

Llegaron al pinar y se adentraron entre los árboles. Las luces seguían ahí, cada vez más cerca, cada vez más claras, cada vez más enigmáticas. Se acercaron a ellas con cautela y curiosidad. Las luces pasaron de largo, pero en un momento determinado, Manuel creyó observar que una de las luces le miraba maliciosamente. Segundos después, las luces desaparecieron y la lluvia y el viento volvieron a hacer acto de presencia.

Al llegar a Santiago de Compostela, estudiaron aquellas fotos con detenimiento, sin observar nada en particular. Quedaron algo desilusionados, pero bueno, al menos lo habían intentado.

Ya en Madrid, al procesar las fotos, se quedaron sin habla al ver en una de las fotografías algo inédito que bien podría ser la Santa Campaña.

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