La vida es un largo camino que se recorre paso a paso. Todas las personas sin excepción hacen ese camino de una forma u otra. Puede decirse que, entre las personas, hay tres grandes grupos en función de su actitud ante la vida: los zombis, los turistas y los caminantes
¿Cómo te sientes: ¿un zombi, un turista o un caminante? Medita un poco intentando definirte antes de seguir leyendo.
Los zombis, serían como los “muertos vivientes”. Son casi autómatas, normalmente bastante patéticos y en la mayoría de los casos les rodea una tristeza y una emoción que en la mayoría de los casos es triste y apagada. Son los más numerosos. Estos siguen a las masas. No tienen una personalidad definida y propia sino que siguen las ideas de otros. Sus únicas motivaciones suelen ser comer, dormir, ver la tele (normalmente telebasura) y son adeptos a todo tipo de redes sociales de las que, les es difícil desengancharse sin sufrir convulsiones que no puedan soportar. No tienen metas, o estas suelen ser muy materiales.
Si quieres ver a muchos zombis, vete a un centro comercial y ahí están en “su salsa”. Les encanta beber y comer en exceso. Buscan sus necesidades básicas como primer objetivo.
En el segundo nivel están los turistas. Estos suelen “pasear” por la vida, toman fotos, videos y se van. Son superficiales en los proyectos que inician y a duras penas los terminan. No se comprometen con nada ni nadie. Son incapaces de profundizar y no aspiran a ningún tipo de trascendencia, solo a divertirse y a ganar dinero hoy, sin pensar en demasía en el mañana remoto. El turista observa los lugares que visita como si se tratasen de un gran decorado para fotografiar, mientras que el viajero trata de comprenderlo, adentrarse en él y vivirlo. El primero se contenta con enseñar las fotos a sus amigos al regreso, mientras que a los segundos lo que les interesa son las vivencias y el conocimiento que obtienen. A los turistas solo les interesa la foto, el figurar, el decir que estuvieron allí. No aspiran a cambiar el mundo que les rodea, al que consideran solo un decorado para posar.
Los caminantes son aquellas personas conscientes de que su vida es un camino que tienen que recorrer. Se preocupan por su crecimiento personal, se preguntan por los paisajes y las personas que conocen a lo largo de su senda y aspiran a mejorarlos. Tienen metas y actúan en consecuencia. Un caminante debe tener sueños y luchar por ellos por complicado que sea el camino.
Somos zombis, turistas o caminantes no por nuestro diferencial de inteligencia, sino por nuestra actitud, por las prioridades que nos marcamos y los compromisos que adquirimos. El caminante avanza en la senda de la sabiduría, el turista llega a la del conocimiento y el zombi, a la de los estímulos cotidianos.
Existen zombis con una felicidad simple y ramplona. Llevan una vida muelle y sencilla, de centros comerciales de fin de semana. A nada aspiran y nada les atormenta, más que su salud y las necesidades físicas más básicas. Por el contrario, muchos caminantes pueden ser desgraciados porque no les gusta lo que ven en su camino, o porque sufren al no poder mejorar aquello que desearían. La propia autoconciencia es puerta de la sabiduría, pero, también, a veces, de la amargura. La felicidad a la que puede aspirar el caminante es más difícil, pero también es la más plena. La felicidad de los zombis es elemental, la de los turistas, superficial, y la de los caminantes, íntima y plena.
Los zombis se confunden con el color de la mayoría, los turistas buscan afianzar su personalidad con las expresiones externas y con las modas, mientras que a los caminantes los diferencia la riqueza de su interior, la claridad de sus objetivos y su deseo transformador. Los caminantes saben que en muchas ocasiones les tocará nadar contracorriente y sufrir en solitario. Pero el camino es largo y esa anticipación será la semilla que les permita fructificar en ese futuro en el que los zombis y turistas sufrirán hasta desaparecer.
La máxima expresión de la sabiduría se da siempre en la relación con los demás. Por ello, ser empáticos, entender las motivaciones de los que nos rodean, compartir nuestros proyectos y sobre todo, nutrirnos con diferentes visiones son ingredientes necesarios para aspirar al liderazgo, así como para representar el papel de caminante en la vida.
Volvemos a la pregunta inicial: ¿Eres zombi, turista o caminante?
El 60% pertenece al género zombi, el 35% al turista y el 5% al caminante. Seguro que perteneces a este último grupo. Pero si no fuera así, no te desanimes. Redobla tu esfuerzo en el camino de la sabiduría y logrará ascender de categoría.
Recuerda que uno no es feliz. Uno se siente feliz, que es algo bien distinto. La felicidad se mira con un baremo interior, íntimo, exclusivo. Es un efímero cotidiano, subjetivo y placentero. También es el balance de un camino en su conjunto. Lo que para unos hace feliz, para otros supone congoja. Nadie externo puede saber en verdad cuán felices nos sentimos. Nuestras vidas son caminos que recorremos paso a paso, jornada a jornada. Hay etapas buenas, menos buenas y malas. Al igual que no es lo mismo un viajero que un turista, también existe una sabiduría del caminante, que lo distingue del triste deambular zombi de una parte importante de la población.