Todas las personas pasamos de vez en cuando por rachas de escasez. Las épocas de exámenes en los estudiantes, los reveses en los proyectos personales, labores poco agradecidas en el plano laboral son sólo un pequeño ejemplo de momentos en los que no disfrutamos mucho con lo que hacemos. Por suerte, eso no significa que tengamos que resignarnos a ser infelices durante ese tiempo.
Las actividades agradables e importantes para uno son como una vela en una habitación oscura: así como una llama o dos son suficientes para iluminar una habitación, una o dos experiencias felices durante un período sin mucho entusiasmo pueden transformar nuestro estado general. A esas experiencias breves pero transformadoras las llamo reforzadores de felicidad: son cosas que pueden durar desde unos pocos minutos a algunas horas, y que son agradables al tiempo que nos proporcionan un sentido, que nos aportan un bienestar actual y futuro.
El nivel de felicidad de las personas depende básicamente de tres factores:
- Un nivel básico genéticamente determinado,
- Diversos factores circunstanciales que repercuten sobre nuestro grado de felicidad
- Las prácticas y actividades que realice la persona para ser feliz.
No tenemos ningún control sobre nuestra disposición genética y, muchas veces, es poco lo que podemos hacer para influir en las circunstancias que nos afectan, pero sí tenemos un alto grado de control sobre las prácticas y actividades que realizamos.
Por eso es muy importante tener siempre presente que «las mejores oportunidades para mejorar nuestra felicidad surgirán constantemente en nuestras vidas», aprovéchalas cuando surjan espontáneamente o búscalas. Una buena práctica es tener apuntado una serie de actividades que te gustaría hacer. Cuando te encuentres vacío, cuando no sepas que hacer para romper con el tedio y la rutina, mira en esa lista y ponte manos a la obra, porque realizar actividades agradables que sean significativas para nosotros puede aumentar considerablemente nuestro bienestar.