Permanentemente sentimos la presión del tiempo, lo que en cierta medida contribuye a aumentar los porcentajes de depresión que sufrimos actualmente.
En general, todos nos sentimos demasiado ocupados con la cantidad de cosas que tenemos que hacer cada día, y que son cada vez más. Como consecuencia, no logramos disfrutar de toda la felicidad potencial que nos rodea, ya se trate de lo que hacemos en clase, en el trabajo, al oír música o mirar el paisaje, al estar con nuestra pareja o nuestros hijos.
¿Oué podemos hacer para disfrutar más nuestra vida, dentro de la carrera desenfrenada a la que la mayoría de nosotros nos lanzamos todos los días? La respuesta tiene una parte buena y otra mala. La mala es que, por desgracia, no hay soluciones mágicas. Tenemos que simplificar nuestra vida, bajar un poco el ritmo. La buena noticia es que simplificar nuestra vida, hacer menos en vez de más, no significa que tengamos que sacrificar nuestro éxito.
En realidad es sencillo, identifica tus prioridades y concentra el 80% de tu tiempo en sacarlas adelante. Normalmente lo que hacemos es al revés, dedicamos ese 80% o más a cosas totalmente superfluas y triviales.