
En un gran meandro del Ega, entre Pamplona y Logroño, se abre paso esta villa nacida en sus orillas gracias al trasiego de los peregrinos del Camino de Santiago. Es la llamada «Toledo del norte», por ser una de las grandes ciudades monumentales de la España septentrional, un calificativo que empezó a fraguarse en la Edad Media cuando se decidió desviar la Ruta Jacobea para establecer allí una población con una importante presencia judía. A partir de ese momento, Estella-Lizarra comenzó a llenarse de palacios, castillos, casas señoriales, iglesias y conventos que a día de hoy hacen de este pueblo uno de sus mayores atractivos.
En los alrededores de lo que fuera la judería se puede vislumbrar la iglesia de San Pedro de la Rúa, un templo del medievo de aspecto ascensional provocado por la verticalidad de su torre. A él se accede a través de una escalinata que comienza frente al Palacio de los Reyes de Navarra, conocido también como el Palacio de los Duques de Granada de Ega, una edificación que sirvió en el pasado de prisión y que, en la actualidad, acoge un museo dedicado al pintor Gustavo de Maeztu, máximo exponente de la Escuela Vasca de pintura del siglo XIX. Muy cerca también se encuentra la iglesia del Santo Sepulcro. Aunque dejó de funcionar como parroquia a finales del XIX, el estilo gótico de su arquitectura la hace merecedora de una visita.