
Al poner un pie en Olivenza, el viajero se ve rodeado de aires lusos que, con el paso del tiempo en territorio castellano, han creado una seductora mezcla. Además de esa cercanía con el país vecino, gran parte de la historia de esta localidad extremeña está dividida entre ambos lados de la frontera, desde antaño claramente marcada por las aguas del Guadiana. Los edificios de baja altura, los adoquines blancos y negros en el suelo de las calles y la icónica iglesia de Santa María Magdalena, con su impresionante interior decorado con azulejos conforman la herencia portuguesa más palpable.
De su convulso pasado son un privilegiado testigo los restos de las antiguas murallas. En Olivenza se llegaron a construir hasta cuatro, pues como población fronteriza la protección fue siempre una prioridad. Para comenzar un viaje hacia la época medieval, basta con cruzar los robustos muros a través de la impresionante Puerta del Calvario, la de Alconchel o la de Los Ángeles, y a continuación dejarse llevar por el entramado urbano, en cuyo interior se descubren numerosos templos religiosos y palacetes nobiliarios.