
Desde la base del barrio antiguo de La Vila, donde se halla la Casa de la Cultura y museo Ca la Pruna, se asciende a pie por calles adoquinadas que muestran restos de muralla, torres vigía (Ramonet, Xinel.lo, Rom…), garitas, aspilleras y hasta dos sepulturas antropomorfas; también masías de los siglos XVI y XVII bellamente restauradas como residencias particulares o convertidas en tiendas de recuerdos y rústicos restaurantes.
Desde la plaza Major arranca el callejón homónimo, que tiene un tramo cubierto por un arco con balcón que es uno de los rincones más fotografiados del pueblo, justo donde se abre el pasaje de Ca la Rufina, con sus dos lados unidos por arcos. La ensoñación de Pals se completa al alcanzar el mirador del Pedró, junto a la torre del castillo destruido en 1478. Desde esa explanada Josep Pla ya afirmaba que se contempla la vista más amplia y hermosa de todo el Empordà. Pals disfruta de una playa ininterrumpida de 3,5 km, un arenal dorado que incluye dunas protegidas y mira a las Islas Medes.