Alarcón (Cuenca)

Alarcón, Cuenca

Hay muy pocos lugares en el mundo en los que sea tan sencillo explicar el porqué de un emplazamiento como en Alarcón. Y es que esta hoz revirada y caprichosa trazada por el río Júcar lo tiene todo para ejercer de baluarte defensivo. Es muy probable que casi todas las civilizaciones que han poblado La Mancha se dieran cuenta de esta ventaja, pero fueron los árabes quienes, en el siglo VIII, levantaron una primera fortaleza en tan imponente ubicación y, además, le pusieron nombre al lugar. Eso sí, lo primero que se observa al llegar al mirador exterior del pueblo es una maqueta impoluta del perfecto castillo cristiano. Es entonces cuando el viaje se convierte en épica y la visita, en conquista. 

Pero Alarcón es mucho más que un castillo. Al abrigo de su protección, el pueblo fue creciendo bajo el control cristiano (siglo XII) y se empeñó en tener una de las mayores densidades de iglesias fascinantes de toda Castilla. La de Santo Domingo de Silos conquista por su pulcritud románica. La de la Santa Trinidad, por su desproporcionada portada plateresca. Y la de Santa María, por mezclar a la perfección el gótico con el renacimiento. Eso sí, la gran sorpresa viene al entrar en el templo antiguamente consagrado a San Juan Bautista. En su interior, el artista contemporáneo Jesús Mateo pintó unos imponentes murales que impresionan por su belleza, su lenguaje y su magnífico contraste con el edificio.