
En lo alto del cerro que domina la vega del río Abión y rodeada por una fortaleza que es, a su vez, su seña de identidad, se encuentra esta pequeña villa soriana de origen medieval. Sus calles empinadas y pedregosas transportan al viajero hasta el siglo X, cuando Calatañazor alcanzó la fama en plena Reconquista. En este enclave que separaba la España cristiana de la musulmana fue donde los sorianos vencieron al caudillo al-Mansür bi-llah (el Victorioso), castellanizado como Almanzor, en el año 1002.
Pasear por sus calles es prácticamente como detenerse en el tiempo, pues su trazado se ha mantenido sin grandes cambios desde la Edad Media. El pueblo, de no más de 50 habitantes, consta de una calle principal empedrada que finaliza en la plaza Mayor, justo en la base del castillo. A ambos lados crece una pequeña localidad con casas construidas con madera de sabina y adobe. Entre los monumentos que se pueden visitar en su casco urbano se encuentra la Iglesia románica de Nuestra Señora del Castillo y la Ermita de la Soledad. Y, en las afueras, la Reserva Natural del Sabinar de Calatañazor, uno de los bosques de sabinas mejor conservados del mundo.
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