En las relaciones interpersonales es donde más se tiende a la subordinación de los demás a las ideas propias, lo que supone uno de los principales impedimentos del desarrollo humano.
Solo cuando dos personas se consideren iguales, podrán disfrutar del goce de admirarse mutuamente y compartir de modo alternativo el placer de guiar y ser guiado en el camino del desarrollo.
La idea de guiar y ser guiado se aplica no solo a la relación de pareja, sino a toda relación íntima o cercana.
En tu cónyuge, tu compañero o tu amigo hay que reconocer la oposición como una precondición necesaria para la buena relación entre ambos.
No hay que buscar en «el otro» una «masa de aceptaciones» ni un «apoyo trivial», es decir, alguien que conviniera en todo lo que él dijera, sino un «crítico maravilloso e indomable».
Alguien que sólo quiera ser «maravilloso» conmigo y apoyarme sin jamás oponerse ni desafiar nada de lo que digo y hago no me ayudará a crecer y a mejorar; mientras que alguien que solo contradiga cualquier cosa que yo diga o haga, sin miramientos y sin darme ningún apoyo, será un contrincante desconsiderado.
Un amigo auténtico tiene que ser a la vez maravilloso conmigo y crítico. Un crítico maravilloso cuestionará mi actitud y mis palabras, y al mismo tiempo aceptará mi persona sin condiciones.
Un crítico maravilloso es alguien que me respeta y me quiere lo bastante para ser capaz de oponerse a lo que digo y lo que hago, sin que su oposición a mis palabras o acciones llegue a cambiar lo que siente por mí como persona.
Qué fácil es entender que nadie somos dueños de otra persona y como nos empeñamos continuamente en hacer lo contrario.