
Encaramado en lo alto de la sierra, Moratalla emerge como un bosque de piedras ocres y blancas rodeado del verde agreste que tanto caracteriza la comarca murciana que colinda con Andalucía y Castilla-La Mancha. Su encanto reside precisamente en su entorno y en el ritmo que se respira en el pueblo y que impregna sus calles angostas. Una vida sosegada, donde aún late la esencia morisca. Hay mediodías en la taberna con vino de la tierra y tardes en la plaza. Reminiscencias del medievo que se aprecian en sus callejuelas y arquitectura –tan palpable en sus balcones de forja–, que conserva también algunos monumentos emblemáticos que merecen una visita.
Su castillo del siglo XV es uno de ellos, una visión que aparece coronando el horizonte del pueblo con su Torre del Homenaje con una altura de 30 m. En el otro extremo del centro histórico, se encuentra la iglesia de Nuestra Señora de la Asunción, cuya construcción se remonta al siglo XVI. Sin dejar el templo, es una buena idea dirigirse al mirador que descansa sobre el valle del río Alhárabe y ofrece una bella panorámica. Otras paradas que no se deberían eludir son la iglesia del convento de San Francisco –el templo es lo único que sobrevivió del total de la estructura tras los siglos y demoliciones– y las ermitas de Santa Ana y Casa de Cristo.