
Geográficamente, San Vicente de la Sonsierra desafía a la lógica por estar en suelo riojano, pero en ribera alavesa. Por eso extraña la ausencia de un ongi etorri cuando se cruza el viaducto moderno que atraviesa el Ebro en paralelo al antiguo puente medieval. He aquí la primera imagen idílica del pueblo. Una instantánea en contrapicado con la sierra de Cantabria como telón de fondo que se conquista en sus calles. Paseando por ellas se disfruta de un maridaje perfecto de restos medievales, bodegas y bares de vinos.
Antes de entregarse a una cata, merece la pena visitar el recinto amurallado, partiendo de la Plaza Mayor hasta el castillo, desde donde las viñas se divisan en plenitud. En las afueras, es recomendable desviarse a la ermita de Santa María de la Piscina, una joya románica rodeada de hallazgos arqueológicos entre los que destaca una necrópolis rupestre medieval.