
Solsona es la capital de la comarca del Solsonès y se caracteriza por la calma que se respira y por su riqueza histórica y cultural.
En el siglo X se comenzó a construir alrededor del castillo, dando forma así, a la ciudad. Pero no es hasta hace más de 400 años, que Felipe II le otorgó el título de ciudad, y también de sede del Obispado. En el siglo XIII ya se celebraba un mercado semanal y existían una amplia variedad de oficios.
Desde el siglo XI y hasta finales del XVII se construye la catedral, que actualmente luce un estilo gótico, aunque mantiene los ábsides y el campanario románicos. Dentro de ésta encontramos una talla de madera de la patrona de la ciudad, la Mare de Déu del Claustre, que se considera una de las obras más significativas del románico universal.
A partir del siglo XVIII se nota una gran abundancia en la construcción de obras arquitectónicas debido a la prosperidad económica que se vivía. Esto llevó a la construcción de varios puentes, entre ellos el del Afrau, y también obras como el portal del Pont.
La ciudad se desarrolla con las características típicas de una ciudad medieval: amurallada y con sus portales, calles estrechas, plazas y fuentes. De los edificios de la ciudad destacamos el del Palacio Episcopal, con una majestuosa fachada de estilo neoclásico catalán, donde está ubicado el Museo Diocesano y Comarcal. Dentro del cual podemos encontrar restos y obras del neolítico, románico, gótico, renacimiento y barroco.
Pero todo lo que ofrece la ciudad de Solsona no se limita al patrimonio monumental, sino que va más allá, y se acerca al patrimonio referente a la cultura popular y, concretamente, a la relacionada con los gigantes y el bestiario popular, siendo Solsona, la ciudad con más cantidad de éstos ejemplares. Por este motivo no ahorran en celebraciones como el Corpus y la Fiesta Mayor con el Encuentro de Acordeonistas, el Carnaval con su emblemático Gegant Boig, la Feria de Sant Isidre y muchas otras repartidas por todo el calendario.