En una conferencia sobre “Como vencer la cultura del miedo”, le preguntaron a Albert Schweitzer, Premio Nobel de la Paz en 1952, qué le ocurría al hombre moderno, respondió: “El hombre de hoy simplemente no piensa”.
Hace ya muchos años, pero la respuesta sigue estando vigente contra la cultura del miedo instalada en la civilización occidental desde hace mucho tiempo, quizás demasiado.
El miedo es consustancial al ser humano, pero existen elementos exógenos interesados en exacerbarlo. Sin duda, el más importante es la ofensiva del nuevo totalitarismo, (denominado eufemísticamente por quienes la practican como “progresismo”), que utiliza el miedo para controlarnos. El poder no quiere individuos pensantes que dominen sus temores, sino clones obedientes y asustados, al igual que no desean individuos libres, sino hombres-masa dependientes y controlables.
El miedo es la mejor arma para doblegar voluntades de forma más directa mediante la presión de grupo. El hombre, animal social y gregario, teme el aislamiento, y por tanto es vulnerable a la amenaza de ser estigmatizado y condenado al ostracismo si se atreve a ir contracorriente.
Los seres humanos somos individuos, únicos e irrepetibles. Los yonquis del poder buscan destruir esa individualidad para transformarnos en dóciles e indistinguibles autómatas y sin duda, unos de los mayores son nuestros políticos. Raro es que cumplan con la palabra dada y que tengan un mínimo de respeto a quien opina diferente. Todo lo contrario, nos enseñarán a temer (y, por tanto, a detestar) al adversario político, denominarán “solidaridad” a la envidia, a la codicia de los bienes ajenos y a fantasías como vivir sin trabajar (o sea, del trabajo de otros) y “derechos” a evitar toda obligación y toda responsabilidad.
Da igual el tema de discusión, ya sea el cambio climático, el covid o el sexo de los ángeles. Hoy la progresía ha decidido que sus criterios son los únicos válidos y si discrepas eres señalado. En todas la épocas y civilizaciones se ha estigmatizado de algún modo concreto al discrepante, en la España actual ya sabéis cual es: eres un facha de mierda.
Hay que reconocer que son muy hábiles utilizando el miedo como táctica de control: primero crean un miedo, real o ficticio, que pronto se transforma en ira; luego señalan un culpable, real o inventado, hacia el que dirigir dicha ira; y finalmente se postulan como salvadores si les entregamos nuestra libertad. Así, el miedo acaba conduciendo a la servidumbre.
Un instrumento muy útil para lograrlo son las redes sociales, diseñadas para diluir la individualidad en una masa informe cuyos individuos sean esclavos de su “popularidad” y, por tanto, fácilmente controlables por quien decide lo que es popular. Para eso inventaron los likes, utilizando no sólo el miedo a quedarnos solos, sino nuestra tendencia a construir nuestra opinión sobre nosotros mismos en función del aplauso ajeno, craso y frecuente error.
Mediante estos métodos procurarán que no pensemos y que nos limitemos a repetir como papagayos la última noticia o el menú ideológico del día.
El ANTÍDOTO CONTRA EL MIEDO ES EL CONOCIMIENTO, pero el conocimiento EXIGE PENSAR, y en Occidente vivimos hoy un declive de la razón, precisamente porque “El hombre de hoy simplemente no piensa”, tal como respondió Albert Schweitzer.