Níjar (Almería)

Níjar un pueblo blanco entre un mar de arcillas

La Villa de Níjar es uno de esos lugares que aún tienen la capacidad de hacernos apreciar la belleza de las cosas sencillas. Esto es algo que se suele decir a menudo y sobre muchos destinos, pero aquí ocurre realmente, de manera natural y totalmente orgánica. Sin pretensiones.

Para llegar a Níjar hay que atravesar, primero, un mar de arcillas amarillas y grises de las que tendremos que hablar más adelante, pues forman parte elemental de la vida de sus habitantes.

En este agreste telón de fondo, Níjar emerge con sus casas cúbicas totalmente encaladas, magnífico ejemplo de la arquitectura tradicional almeriense y que contrastan con la solidez de la piedra serrana de la iglesia de Nuestra Señora de la Encarnación de estilo mudéjar del siglo XVI. El conjunto urbano nos habla, sin tapujos, de un pasado morisco, como no podía ser de otra manera en esta zona de la península tan eminentemente mediterránea.

Ubicado en las proximidades del Parque Natural Cabo de Gata-Níjar, sus calles son apacibles, blancas, limpias, llenas de coloridas flores y plazuelas. Calles que se regalan a quienes las transitan a diario bajo un sol que aprieta más fuerte en entornos semidesérticos, como este. Y, a diferencia de lo que ocurre en localidades cercanas como Las Negras o San José, durante los meses estivales, su tranquilidad no se ve apenas alterada por la llegada de turistas y domingueros, ya que no tiene playa.

No se crea el lector, entonces, que al no encontrarse el núcleo urbano de Níjar dentro del área de protección del Parque Natural, y no ser arrullado por las cristalinas aguas del Mediterráneo, no tiene nada que pueda interesar al visitante. Pues, de pensarlo, estaría cometiendo un tremendo error. Y no puedo permitir que eso ocurra.

Me reafirmo en aquello de que Níjar es un pueblo tranquilo, donde reconectar con la vida sencilla. Donde el silencio es. Y donde la artesanía del barro, el esparto y la jarapa aún se conservan.

Níjar un pueblo blanco entre un mar de arcillas

Para descubrir las artes locales, lo ideal es permitirse a uno mismo un tranquilo paseo recorriendo los agradables y tradicionales comercios en los que se puede comprar artesanía de la zona. Y, aunque cada vez hay más presencia de productos manufacturados fuera, los artesanos del lugar aún siguen al pie del cañón, demostrando que no hay nada como lo que se produce allí mismo.

La confección de las coloridas jarapas se sigue llevando a cabo en los talleres de las propias tiendas, por lo que el visitante que se adentre en uno de estos comercios podrá ver por él mismo los entresijos del telar con el que se transforman los retales sobrantes que llegan desde fábricas de toda España -antiguamente se usaban trapos viejos- en alfombras, mantas, colchas o cortinas. Una tradición que se remonta a la época musulmana de esta región y que es característica de la Andalucía oriental.

Las arcillosas tierras de la zona sirven de materia prima para la cerámica artesanal. La alfarería de Níjar es tremendamente colorida y apreciada y, aunque, originalmente, su fabricación se debía a la necesidad de transportar y almacenar agua en ambientes secos, a día de hoy, son las piezas decorativas las que se llevan la palma. Colores amarillos, azulados, verdosos y marrones sobre un fondo de caolín sirven para distinguir visualmente la cerámica del lugar y de la que aún se conservan, al menos, cuatro o cinco talleres.

Níjar un pueblo blanco entre un mar de arcillas

El emblemático edificio del antiguo mercado de la villa está ocupado, a día de hoy, por el ** Museo de la Memoria del Agua **. Un singular espacio museístico que ha servido para recuperar el inmueble y hacerlo renacer como lugar de conocimiento sobre la cultura del agua, tomando las extremas condiciones medioambientales, geológicas y vegetales del municipio de Níjar -uno de los más extensos del país- como hilo conductor para hablar de la importancia del agua en todo tipo de manifestación de vida.

Si los paseos entre callejuelas de reminiscencia árabe, los encuentros con gatos callejeros y algún que otro burrito o tratar de decidirte entre qué jarapa o qué pieza de alfarería irán mejor en tu salón hacen que te entre la gazuza, **la pizzería El Mirador o los bares de tapas Pata Negra o La Parada ** aliviarán tu hambre y te ayudarán a coger fuerzas para poder seguir entregándote a Níjar.

En esta tierra de lagartijas y retama, hay lugar, también, para ver mariposas. Muchas mariposas. Cada vez su presencia es menor, ya que hay más cemento y menos flores, por lo que el ** Mariposario de Níjar ** se convierte en el lugar perfecto para verlas más de cerca y aprender sobre los casi 300 ejemplares de casi 30 especies diferentes de todo el mundo y que son cuidadas con amor y atención entre flores, árboles y fuentes.

También los cactus y otras plantas del desierto, tan asociados a climas como el de Almería , tienen su propio espacio en el vivero ** Cactus Níjar **. Un lugar al que ir a pasear y disfrutar del paisaje, ya que el jardín fluye de manera natural a través de este hábitat montañoso desértico y bajo la gigantesca cúpula azul que es el cielo almeriense.

Por si fuera poco toparse con algo así -y cuya entrada es gratuita -, a menudo, y especialmente en verano, sus dueños organizan todo tipo de conciertos al aire libre en estos jardines.

Como la intención es que no tengas que abandonar el pueblo ni para dormir -a no ser que quieras ver el mar, que entonces sí que tendrás que hacerlo-, los Cortijos Manzano se presentan como una opción idónea para alojarse, además, en una vivienda rural típica de esta zona.

Quienes, en algún momento de nuestras vidas, hemos dedicado tiempo a conocer este pueblo, recostado en las faldas de Sierra Alhamilla, sabemos que Níjar tiene algo de entrañable en su propia esencia y que es ese lugar en el que respirar tranquilo. Como si, de alguna manera, hubiéramos reconectado con nuestros orígenes. Como tocar ‘casa’ después de que casi te pillen en el escondite. Y quienes no conocen aún Níjar, quizás, ha llegado el momento de empezar a hacerlo.